jueves, 9 de julio de 2015

Preparar el terreno


Llega el verano y nuestro cuerpo se prepara para el descanso después de un curso lleno de aventuras e historias y mucho esfuerzo por cumplir los objetivos marcados. No obstante, nuestra mente sigue reflexionando sobre el trabajo recién acabado y sobre formas de hacerlo mejor para la siguiente ocasión. Todavía no hemos desconectado.  Y es por eso por lo que me propongo a escribir esta pequeña reflexión.

A lo largo de 14 cursos escolares, he programado de muchas maneras puesto que las leyes cambian frecuentemente y  a su vez el léxico educativo. He aprendido y desaprendido. He partido de los objetivos, de los contenidos y de los criterios de evaluación y he visto como cada ley le da más peso a unos contenidos que a otros.

Sin embargo, en cada ley  y en cada currículo nunca ha aparecido explícito que tenemos que preparar el terreno, abonarlo, ararlo,… y todas esas cosas que un agricultor tiene muy claras  antes de empezar a sembrar. Pero como buenos sembradores, nosotros lo tenemos en cuenta y cada curso escolar le dedicamos un tiempo. Unos profesores le dedican más tiempo que otros, ya  que saben que para recoger buenas cosechas hay que hacer una buena preparación del terreno.

En primer lugar, es fundamental la autoestima del alumnado. Ningún aprendizaje  es posible si el aprendiz no se siente capaz de hacerlo. Para ello debemos recordar la maravillosa teoría de las inteligencias múltiples ya que, si las tenemos muy en cuenta en nuestro día a día, veremos que cada uno de nuestros alumnos destaca en alguna  y no necesariamente en la lingüística y la matemática, como siempre se ha pretendido. Es muy necesario recordárselo a los compañeros y a las familias, y por supuesto al alumnado. Si conseguimos que nuestro alumnado tenga una buena autoestima ya tenemos medio camino andado.

Otro aspecto muy importante es la buena relación entre iguales, el sentirse querido, aceptado, valorado,… por todos los compañeros. Todo el que haya estado con 25 niños en una clase sabe que esto es muy difícil, casi una misión imposible, ya que la enriquecedora diversidad hace que los grupos sean muy heterogéneos, con gustos y caracteres dispares. Aun así, no podemos darnos por vencidos. Hay que enseñarles a valorar a sus compañeros en positivo. Una de las actividades que he hecho y funciona mucho es darle un listado de adjetivos positivos,  cada niño escribe su nombre en el centro de un papel en blanco y se va pasando por toda la clase para que se complete.  Ese día se consigue un  subidón de autoestima porque descubren que sus compañeros piensan cosas de ellos que no esperan. Se quedaría sólo en ese subidón, si no seguimos todo el curso en la misma línea. Cada vez que surja un conflicto, habrá que recordar las cualidades de esa persona y ver todo lo positivo que tiene. Además, con las letras de cada nombre, se construye un acróstico con adjetivos y frases en positivo. De forma que siempre el alumnado lo tenga presente.

Otra parte imprescindible de la preparación del terrero es algo muy obvio y lógico, pero que a veces el profesorado se olvida. Nuestro alumnado quiere sentirse escuchado, protagonista, partícipe, … que sus ideas sean tenidas en cuenta. Las mejores actividades y proyectos que he hecho en mi trayectoria profesional ha sido ideas de mis alumnos. Hay que escucharlos, literalmente. Todos los niños tienen una mente creativa, llena de ideas maravillosas y cuando son llevadas a cabo, es cuando se produce el aprendizaje más significativo y constructivo.

            Considero que preparar el terreno conlleva muchas más aspectos, pero he querido escribir sobre tres de ellos, sin los cuales no habría una rica cosecha. Espero que consigan unos buenos y prósperos cultivos.